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La Democracia Corinthiana de Lula
Por Ladislao Javier MoñinoEl recién proclamado presidente de Brasil es hincha del Corinthians. Durante la dictadura, Sócrates y Casagrande acudían a sus mítines.
Dicen en Brasil que la devoción por el Corinthians de Lula, proclamado ya presidente del Gobierno, es la consecuencia lógica de la condición social de la mayoría de los seguidores del club paulista. Mientras el Sao Paulo es el equipo elegido por los ricos, el Corinthians es el preferido por los pobres.
La relación entre Lula y el club se estrechó en 1982, con el nacimiento de la Democracia Corinthiana. Sócrates y Casagrande, por entonces jugadores del Corinthians, lideraron una revolución en el vestuario que acabó con las concentraciones. “Ni los artistas ni los obreros lo hacen y el futbolista es ambas cosas”, decía Adilson, mánager del club.
Los jugadores se reunían de noche en el vestuario y entre tragos de cerveza expresaban sus ideas de cómo debían funcionar el equipo y el país; acabaron con un entrenador impuesto por los militares. Sócrates, que se afilió al Partido de los Trabajadores, y Casagrande eran habituales de los mítines de Lula. Aquel Corinthians de soñadores, que jugó un fútbol excelso, denunciaba los atropellos que la dictadura cometió contra los activistas de la izquierda y desde el fútbol proclamaba “la imaginación al poder”. Incluso en las universidades se escribieron tesis sobre la Democracia Corinthiana y todos los favelados que, con Lula al frente, acudían al estadio de Pacaembu.
Publicado originalmente en AS en enero de 2003
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Dicen en Brasil que la devoción por el Corinthians de Lula, proclamado ya presidente del Gobierno, es la consecuencia lógica de la condición social de la mayoría de los seguidores del club paulista. Mientras el Sao Paulo es el equipo elegido por los ricos, el Corinthians es el preferido por los pobres.
La relación entre Lula y el club se estrechó en 1982, con el nacimiento de la Democracia Corinthiana. Sócrates y Casagrande, por entonces jugadores del Corinthians, lideraron una revolución en el vestuario que acabó con las concentraciones. “Ni los artistas ni los obreros lo hacen y el futbolista es ambas cosas”, decía Adilson, mánager del club.
Los jugadores se reunían de noche en el vestuario y entre tragos de cerveza expresaban sus ideas de cómo debían funcionar el equipo y el país; acabaron con un entrenador impuesto por los militares. Sócrates, que se afilió al Partido de los Trabajadores, y Casagrande eran habituales de los mítines de Lula. Aquel Corinthians de soñadores, que jugó un fútbol excelso, denunciaba los atropellos que la dictadura cometió contra los activistas de la izquierda y desde el fútbol proclamaba “la imaginación al poder”. Incluso en las universidades se escribieron tesis sobre la Democracia Corinthiana y todos los favelados que, con Lula al frente, acudían al estadio de Pacaembu.
Publicado originalmente en AS en enero de 2003
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